viernes, 22 de julio de 2011

Apenas dos whiskies fue lo que tardé en caer en la cuenta. La añoranza es un regalo, porque nos recuerda hasta que punto somos capaces de amar fuera del concepto espacio-tiempo...y me sentí aliviado. Tomé distancia y pedí el tercero, justo en el preciso instante en el piano empezó a sonar, y después tu voz, magnética. Me volví para descubrirte de pie en el pequeño escenario, con tu melena y tus elegantes brazos desnudos. Y aquel vestido, liviano y lascivo, que me mostraba tus pechos lo justo, para desear besarlos sin remedio.


Recuerdo tanto el momento en que entramos en tu apartamento, y en la penumbra, sin encender la luz, te besé y acaricié tus nalgas bajo la seda de tu falda... lo recuerdo tanto que ahora mismo quiero hacerte el amor, otra vez, como aquel día; rastrear como entonces tu piel, coleccionar tus jadeos, y entretenerme en ver como el vello de tu vientre se eriza, para besarte y morder después todos tus labios. Y amarte así, como entonces, hasta desencajar tu gesto a golpes de cadera y placer inmenso.

Pero es la añoranza la que ahora me abraza y no tú. Creo que saldré a tomar un par de whiskies.

1 comentario:

  1. k peligro es el whisky, aunk mas es el echar de menos ese tipo de momentos.....

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