miércoles, 20 de julio de 2011

Mambo

En cuanto vi el anuncio en el periódico, no lo dudé ni un segundo. Le envié un e-mail escueto, tajante, casi una orden: "nos vemos aquí esta noche. A las 10." En el link que seguía a continuación de mi mensaje, encontraría toda la información que necesitaba. Acababa de inaugurarse en Barcelona "Mambo", un local que prometía auténtico ambiente y "sabor" cubano.

A esas alturas, yo ya sabía de su querencia hacia lo cubano; bueno, en realidad hacia todo lo que tuviera un punto exótico y salvaje. Mambo era el sitio ideal para quedar con ella.

La vi entrar por la puerta, insegura hasta que sus ojos me encontraron tras la penumbra, junto a la barra. Al acercarse, su enorme sonrisa explotó llenando todo el espacio, y de nuevo sus ojazos azules me capturaron, sin ofrecer resistencia. Después, dos besos cordiales, y un  yo también tomaré un mojito. Tiene que ser esta noche, pensé; hoy he de comerme esos labios.



Hablamos, nos miramos, bailamos, volvimos a la barra. Me ha encantado que me hayas invitado esta noche, dijo, mientras parecía querer esconderse en el fondo de su vaso, ya casi vacío. Y entonces ocurrió. Levantó sus ojos y se paró el tiempo, la música dejó de sonar, y todo el mundo a nuestro alrededor desapareció. La besé, y ella me recibió cálida, rendida, rebosando pasión. Abracé su cintura, acaricié su espalda, sus muslos, mordí su cuello mientras ella, entregada, se dejaba llevar.

Volví a la realidad al notar el dolor en mi polla, a punto de atravesarme el pantalón. Ella sonrió con malicia mientras secaba mis labios con su pulgar. Pagué la cuenta y salimos rápidamente de allí.

Ya en la calle, continuamos besándonos atropelladamente, descontroladamente, hasta llegar un callejón cercano donde, contra un viejo portal y bajo su ropa, acaricié su culo, sus pechos y su alma, mientras ella, jadeando, me desabrochaba el pantalón y extraía de él mi sexo, y agachándose lo llevaba a su boca, haciéndome perder la poca  noción de mi mismo que aún me quedaba. Quiero que te corras así, me dijo, y volvió a chuparme y a acariciarme con aquellos labios que todo lo envolvían, hasta que me derramé en su boca, completamente, como si todo mi yo se fuese en aquel viaje.

Hoy he vuelto a pasar por delante del local donde entonces estuvo el Mambo, ahora reconvertido en una franquicia de salchichas alemanas. Ha pasado mucho tiempo, pero aún conservo su e-mail. Sólo tengo que buscar otro local cubano, que de eso, afortunadamente, ahora andamos sobrados.

2 comentarios:

  1. A mi tambien me pone lo exotico. Me ha encantado el relato

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  2. me encanto la primera vez k lo lei al mostrarmelo, y he disfrutado doblemente al releerlo esta vez. mis felicitaciones. ya tengo ganas del proximo. estare pendiente.....un saludo

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